No cabe duda de que las segundas partes no suelen ser buenas y esta cinta
es prueba de ello. A decir verdad esta fue una de esas películas a las que les
rehuí hasta el último momento, primero porque es una secuela y
evidentemente tendría muy difícil
igualar a su predecesora, y en segundo lugar esa no venía respaldada por una
novela gráfica exitosa.
Y es que si lo miramos bien esta segunda parte no es siquiera una secuela, no es algo que suceda "después de". Lo más correcto es decir que este es un "spin off", algo derivado para sacar algo de ganancias de un producto que ya estaba.
A pesar de todo, la acción que mostraban los promocionales parecía prometer
un buen rato de entretenimiento del nivel más sádico, así que me chuté la
película. Casi de inmediato comenzaron las decepciones. Lo que mostraba la
propaganda era casi toda la acción que podía verse en la cinta. Los efectos por
computadora eran aún más exagerados que su predecesora y a diferencia de esta,
donde predominaban los colores negro, amarillo y rojo dándole a todo un sentido
muy agresivo, en esta predominaban los colores azules y negros, dándole a todo
un sentido más bien pasivo. Incluso la sangre se veía más purpura que roja.
La cinta nos muestra la otra gran ofensiva que llevó a cabo el emperador
persa Xerxes contra Grecia. En la primera cinta vimos la batalla de las
Termopilas, el intento de los persas de avanzar sobre Esparta. En esta ocasión
debemos ver la ofensiva marítima que realizaron los persas contra las ciudades
estado griegas.
Ya no está el temerario Leónidas, en lugar tenemos a Temístocles (hay que
admitirlo, el nombre no tiene ningún cache, pero así se llamaba el tipo… ni
modo) quien trata de comandar la armada de la liga de ciudades griegas. Y aquí
tenemos la primera decepción. Mientras que los espartanos eran los chicos rudos
del mundo griego ahora los protagonistas son los atenienses, los más
“civilizados” de Grecia… por lo que su porte ya no es tan rudo ni temerario
como lo fue en la primera película. Por si ello fuera poco tenemos uno más de
los cocos de los directores: poner a personas rucas a interpretar a cavos; y es
que hay un personaje recurrente al que tratan como a un niño pero que ya
muestra arrugas.
Pero vamos a ver a los villanos. Esta vez el tiránico Xerxes viene
acompañado de una comandante de origen griego que clama venganza contra las
naciones griegas. Todo bien… hasta que vemos la introducción de la batalla de
Maratón. No sé por qué insisten en llamar a Xerxes niño en esta parte de la
película si ya tiene una barba notable… de hecho tiene más barba ahí que cuando
se vuelve semidiós cubierto de spray dorado. La secuencia también sirve para
introducirnos a Artemisa, la villana en turno que se encargará de la flota
persa mientras Xerxes trata de darle cuello a Leónidas. Este personaje pintaba
para ser la villana de la temporada: obsesionada con acabar con Grecia, vengar
la muerte de Darío (a manos de Temístocles), convertir a Xerxes en un dios,
cobrarse su infancia miserable y vengar la muerte de su familia a manos de guerreros griegos. Lamentablemente
toda la sed de venganza se desinfla para dar paso a una desenfrenada pasión
sexual por Temístocles, lo cual los hace entrar en una suerte pelea
calenturienta. Sí, la batalla de la flota griega contra la persa cambia a un
enfrentamiento de alcoba. No quiero
ser quisquilloso pero creo que metieron la pata al transformar la sed de
venganza de Artemisa (quien vio morir a su familia, vio como violaban a su
madre, fue abusada sexualmente como niña esclava, vio morir al emperador y
manipuló al heredero para convertirlo en dios y provocar la guerra) en una obsesión
sexual por el asesino del emperador. Dicha
trama solo sirvió para convertir una sed de venganza genuina en una frustración
sexual… y para meter una escena sexual con bubis al aire incluidas.
Pero vamos a las batallas. Sobra decir que la acción en el mar tiene una
velocidad distinta a la de tierra, pero aun así se siente que no hubo demasiado
esfuerzo en hacer las cosas interesantes. Leónidas enfrentó a “los inmortales”,
a un troglodita que no sentía dolor, a elefantes, a un rinoceronte, a diversas
cuadrillas de guerreros de todo el imperio persa y hasta a un grupo de
“hechiceros” que arrojaban granadas. Era exagerado pero a más de uno nos
arrancó un “wow!”. En cambio Temístocles enfrenta a barcos y más barcos a los
que no les vemos ninguna diferencia o innovación. Lo más interesante que sale
es una especie de buque petrolero que va arrojando combustible por donde sea
que pasa… eso y los buzos suicidas.
Lamentablemente esta cinta no cubre las expectativas.
Es inferior a su predecesora en todo aspecto, ni siquiera las retrospectivas la
ayudan.
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