Daniel, profeta superdetective.
La biblia, un mazacote de libros de origen hebreo y cristiano que se erige
como el texto sagrado del cristianismo, no destaca por ser un libro que invite
a sus lectores a pensar y ser críticos. De hecho muchos lo tachan de ser un
texto retrograda, violento y ser la causa de las peores cosas en la historia de
occidente. Cuesta trabajo no pensar así
cuando le echamos un ojo a sus páginas,
donde lo mismo hay prostitución, infanticidio, genocidio y demás
situaciones comprometedoras. Y es que no podemos olvidar que se trata de un
grupo de libros escritos en distintas épocas y bajo diferentes condiciones; así
que las acusaciones y venganzas violentas contra otros pueblos deben ser
observadas bajo la lupa del momento histórico del que se habla.
Así que cuando digo que encontré un pasaje que destaca por su invitación al
desarrollo intelectual, al escepticismo y al pensamiento científico no dudo que
mucho piensen que me he vuelto loco. Pero lo encontré.
El libro de Daniel es conocido por describir la vida del pueblo hebreo
durante su cautiverio bajo el imperio Babilonio y el Persa. Daniel es un
personaje ficticio (aunque los radicales insistan que é, como todo lo demás que
parece en la biblia, fue real) inventado mucho tiempo después de que los
eventos históricos mencionados en su libro sucedieran. Desde l principio
destaca como un erudito judío que logra situarse por encima de los charlatanes
que sirven a Nabucodonosor. Así se revela como un experto en oniromancia (Saber
el futuro por medio de los sueños) y otras artes mágicas, y al mismo tiempo es
un valiente defensor de las costumbres hebreas. En esto no se diferencia
demasiado de otros profetas del antiguo testamento que lograron codearse con
las autoridades extranjeras, de hecho resulta un personaje más bien prototípico
del viejo testamento como lo es José.
Daniel es, pues, el ideal de un pueblo que se veía incapaz de mantener una
frontera estable. Obtener merito bajo el brazo protector de una nación poderosa
y a la vez mantener intacto el legado cultural parecía ser la forma de vida al
que el judío parecía aspirar. Sin embargo ese no es el Daniel del que les
quiero hablar. El Profeta cambia radicalmente en el fascículo 13 de su libro,
la historia de Susana.
Susana era la esposa de un hombre llamado Joaquin, sujeto adinerado y
respetado. El hombre tenía tanta estima entre la comunidad que incluso los
jueces ancianos se reunían en su casa para discutir los asuntos de la
comunidad. Dos de estos ancianos
comenzaron a codiciar a la joven Susana, al principio guardaron compostura y
mantuvieron en secreto su pecaminoso deseo, pero cuando cada uno descubrió a su
colega decidieron unir fuerzas para llegar hasta la mujer.
Así un día esperaron a que Susana creyera que se habían ido y acudiera a
una de las fuentes del jardín para bañarse. Cuando la vieron sola salieron de
su escondite y ejecutaron su malévolo plan.
“En cuanto salieron las
sirvientas, los dos ancianos se levantaron y fueron corriendo donde ella. y le
dijeron:<<las puertas del Jardín están cerradas y nadie nos ve. Nosotros
estamos llenos de pasión por ti; consiente y entrégate a nosotros. Si no lo
haces juraremos que un joven estaba contigo y que por eso habías despedido a
tus criadas.>>”
Daniel 13, 19-21.
Susana no se dejó amedrentar y no accedió a los deseos de los dos viejos
rabos verdes. Al contrario, comenzó a gritar para pedir ayuda y desbaratar los
planes de los ancianos pervertidos.
El par de ancianos cuenta su versión de la historia como habían amenazado y
el asunto se vuelve un escándalo. Al día siguiente se prepara un juicio contra
Susana por adulterio. Como los dos ancianos fungen a la vez de acusadores,
testigos y jueces la pobre mujer no tiene muchas oportunidades de evitar ser
lapidada.
“La asamblea les creyó ya
que eran ancianos y jueces del pueblo, y la condenaron a muerte.”
Daniel 13, 41.
Susana implora a dios por su inocencia y este envía una respuesta, no como
una plaga o un relámpago fulminante (como sucede en otros pasajes) sino como un
joven astuto que ha logrado vislumbrar la oscura trama de corrupción.
“Dios despertó el santo
espíritu de un jovencito llamado Daniel, que se puso a gritar. <<Yo soy
inocente de la muerte de ésta. >>”
Daniel 13, 47.
“<< ¿Tan torpes son,
hijos de Israel, que condenan sin averiguación y sin evidencia a una hija de
nuestro pueblo? Vuelvan al tribunal, porque el testimonio que estos han
levantado contra ella es falso>>”.
Daniel 13, 48-49.
Daniel se ha percatado que los dos hombres han recurrido al peso de su
autoridad. Pro la gran pregunta es ¿Cómo va a hacer para demostrar la falsedad
de la acusación? El joven tiene un truco bajo la manga, astutamente separa a
los dos viejos y les hace una pregunta aparentemente sin importancia para el
caso: ¿Bajo qué árbol vieron a los amantes?
Daniel no solo descubrió la trama sino que también descubrió el punto débil
de la misma. Los ancianos pudieron haberse puesto de acuerdo en sin fin de
detalles para hacer verosímil su historia, pero pasaron por alto uno muy
pequeño pero que los pondría en evidencia. Así uno de ellos declara que el
árbol era una acacia y el otro apuesta por una encina.
El pequeño error entre las versiones de los dos ancianos pone en evidencia
la falsedad de sus declaraciones. Los villanos reciben su castigo y la vida y
reputación de Susana es rescatada… todo ello gracias a un ardid astuto.
No hay un milagro más allá de haber descubierto el hilo negro, de hecho lo
que vemos es una actitud científica digna de un detective forense: no
presuponer nada y revisar la evidencia concienzudamente. El pueblo seguía
ciegamente a los dos ancianos por el simple peso de la autoridad de estos, pero
tan pronto alguien puso en duda su testimonio y lo puso a prueba la farsa se
vino abajo.
Después de eso tenemos el pasaje del Ídolo Bel, en el fascículo 14.
Los babilonios tenían un ídolo de bronce al que diariamente entregaban
grandes cantidades de comida. Cuando el rey se da cuenta de que Daniel no
adoraba al ídolo viviente este responde que solo adora a un dios.
El rey replica:
“¿Crees que Bel no es un
Dios vivo?, ¿no ves todo lo que come y bebe a diario?”
Daniel 14, 6.
Daniel le responde que el ídolo de barro y metal es incapaz de comer
cualquier cosa. No se nos dice su razonamiento pero es fácil deducir que la
comida debió ser comida por alguien más. Es el rey el que se encarga de decirlo
cuando reta a los sacerdotes. Estos aceptan el reto, pero si demuestran que el
ídolo en verdad come los alimentos Daniel debe morir por blasfemia. Entonces el
rey manda a poner la ofrenda y cierra el templo con candados para asegurarse de
que nadie entre a comérsela. Pero antes de que el lugar sea sellado Daniel hace
que sus criados pongan una capa de cenizas alrededor de las ofrendas.
Al día siguiente la comida había desaparecido. Pero cuando el rey gritó
vítores por el milagro de Bel Daniel lo corrige.
“Daniel se puso a reír y,
deteniendo al rey para que no pasara más adentro , le dijo: <<Mira, mira
el pavimento y observa de quien son esas pisadas.>>”
Daniel 14, 19.
Huellas de hombres, mujeres y niños plagaban el lugar ahí donde se había
puesto la ceniza. Acorralados los sacerdotes tuvieron que revelarle al rey las
puertas secretas por las que entraban y salían del templo para comerse las
ofrendas. Los farsantes fueron ejecutados y el ídolo demolido.
Este pasaje resulta interesante por el hecho de que presenta de una forma
arcaica una metodología científica para la reproducción experimental. La
hipótesis es evidente: alguien entra y come la ofrenda. La hipótesis nula
entonces sería precisamente que ningún ser mortal lo estaba haciendo y había un
componente sobrenatural. Para probarlo no solo hay que reproducir el incidente,
también hay que controlar los factores externos cerrando el templo. La
metodología es sencilla: si hay huellas quiere decir que efectivamente alguien
entró, si no las hay entonces la hipótesis de que alguien entraba es falsa y en verdad hay algo sobrenatural en todo el
asunto.
Daniel, en este caso, logra anteponer la lógica a una idea supersticiosa de la que se valían
los sacerdotes para estafar a la gente; logra, con un truco sencillo, poner en
evidencia la farsa y liberar al pueblo de un grupo de parásitos.
Con estos dos ejemplos queda más que claro que este Daniel es un profeta
fuera de lo común. No resuelve problemas apelando a la fuerza divina para que
arroje una maldición sobre su contrincante, más bien confía en que dios le ha
dado un intelecto basto y una astucia que le permite tanto ver donde se
encuentra el truco como la forma de resolver el misterio y mostrar a la gente la
verdad. Así, este Daniel resulta un protocientífico al servicio de la verdad.
Lamentablemente es un caso raro en la biblia e incluso algunas versiones omiten
estos pasajes por no acoplarse muy bien con el resto del libro. Es una lástima
que tan pocos pasajes inviten a pensar las cosas.