domingo, 26 de octubre de 2014

Psycho Pass Nueva Edición (2014)



Psycho Pass Nueva Edición (2014)
 
 Fan art por siruphial (http://www.deviantart.com/art/PSYCHO-PASS-365696922)


Recientemente acabé de ver esta serie de Amine. Sería muy fácil decir si me pareció buena o mala, pero todo en ella encierra una alta complejidad que vale la pena analizar.
La serie se ambienta en el futuro, en un Japón que, aparentemente, ha encontrado la forma de evitar los crímenes antes de que estos sucedan. Se trata del “coeficiente de criminalidad”, una medida tomada a partir de diferentes mediciones fisiológicas. Este coeficiente se mide a través de distintos sensores colocados en los lugares públicos y, como su nombre lo dice, “predice” que tan probable sea que alguien cometa un crimen.
Evidentemente la ley no se hace valer sola, y para encargarse de los criminales potenciales existe un grupo de detectives y ejecutores. Son estos últimos los que llaman la atención; son básicamente sujetos cuyo Coeficiente de Criminalidad está por arriba de lo permitido pero cuyos casos están más allá de lo que puede solucionarse con terapia. Así tenemos la primera gran paradoja de la serie. El sistema impone una medida estándar para decidir quién es o puede ser un criminal, pero se toma la libertad de usar a estos criminales potenciales como herramientas para hacer cumplir la ley; es decir que el sistema se torna como el monopolizador de la violencia.
En el anime seguimos a Akane Tsunemori, una inspectora recién asignada a la Unidad 1 de estos singulares guardianes de la ley (no sé a ustedes pero esta chica me hace pensar mucho en Crona de Soul Eater). Akane es una chica un tanto ingenua e insegura (a pesar de que según el sistema Sybil está capacitada para cualquier agencia) que poco a poco va aprendiendo los gajes del oficio de la mano de sus compañeros.
Hay que decir que el simple hecho de prevenir un crimen encierra una paradoja. Las personas creamos leyes para  tener un marco de referencia de lo que se puede hacer y lo que no, estas leyes solo están respaldando un bagaje cultural, moral y ético ya preestablecido. Así podemos decir que el homicidio es un crimen y los asesinos deben cumplir cierta condena, pero en realidad esto solo es la expresión de algo que ya sabíamos: que matar está mal. Pero cuando previenes el delito rompes esta asociación. Esto ya había sido mostrado en películas como Minority Report (2002), donde un sistema capaz de predecir el futuro permite apresar a personas por crímenes que aún no cometen. En Psycho pass sucede algo similar. El sistema, llamado Sybil, monitorea constantemente el coeficiente de criminalidad de los ciudadanos, encendiendo las alarmas cada vez que alguien sobrepasa cierto número. Entonces el ciudadano se vuelve culpable no de un crimen sino de ser un riesgo en potencia, no es culpable por lo que hace sino por lo que es.
En el primer capítulo vemos a Akane enfrentarse a la paradoja que involucra este sistema. No solo se usaran criminales en potencia para perseguir (y en su caso eliminar) a otro criminal en potencia, también resulta que dicho criminal entró en pánico al saberse fuera de los límites permitidos de Coeficiente de criminalidad, lo que a su vez disparó dicho coeficiente. Es decir que en algunos casos el mantener el coeficiente dentro de lo permitido acarrea tanta tensión que provoca que este se dispare, anulando el propósito de Sybil. Es una situación que veremos varias veces a lo largo de la serie. No solo eso, en ese mismo capítulo vemos como el coeficiente del rehén que el susodicho criminal tomó se dispara también, es decir que su miedo y tensión la hacen una criminal en potencia que debe ser anulada.
Así las cosas. El sistema de prevención del delito que esta serie nos muestra es en realidad una dystopia. Cuando el sistema de justicia se concentra en prevenir el delito busca convertir este en una cifra que, por muy justificada, no deja de ser arbitraria.
Akane no tarda en hacer amistad con los ejecutores, sobre todo con Shinya Kogami. Como otros ejecutores Kogami fue un detective de la agencia, pero fue degradado una vez que al perder a uno de sus ejecutores se obsesionó con capturar al culpable y dejó que su coeficiente de criminalidad se disparara.
Poco a poco los casos van apuntando a un solo culpable. Shogo Makishima (albino para variar) es el principal antagonista y jefe de los criminales que, sucesivamente, van apareciendo en la ciudad. A diferencia de los demás ciudadanos él puede controlar su Coeficiente de criminalidad, lo que lo hace indetectable.
E aquí otra de las paradojas que la serie nos muestra. El sistema de justicia basado en coeficientes se dice invulnerable, pero la sola existencia de la agencia de seguridad muestra que no es así. A lo largo de la serie vemos numerosos criminales y sus fechorías, delitos que no lograron prevenirse, echando por tierra la noción de una sociedad perfecta. Makishima juega al gato y al ratón con el sistema Sybil buscando la forma de echar por tierra el sistema, para lo cual cuenta con un amplio surtido de secuaces.
Los casos se van complicando así como la noción de justicia. ¿Es el sistema Sybil tan útil como dice o es solo una jaula de oro en la que la sociedad ha decidido encerrarse? La sola existencia de Makishima es prueba de que el sistema falla. Mientras que Sybil ha condenado a numerosas personas a prisión, la muerte o la perdida de todo lo que tenían por una simple cifra se ve incapaz de atrapar a Makishima, un verdadero criminal,  pues este siempre muestra una cifra dentro de los estándares. Akane vive esta paradoja en carne propia cuando trata de salvar a una de sus amigas de este villano. El “dominator”, arma reglamentaria de ejecutores e inspectores, está programado para no disparar a personas con un Coeficiente dentro de lo permitido, por lo que no puede disparar a Makishima y condena así a su amiga a muerte.
El momento culminante llega cuando Makishima logra crear un casco que camufla el Coeficiente de sus ocupantes, lo que desata una verdadera ola de crímenes en la ciudad. Es entonces que la sociedad muestra la verdadera fragilidad de su sistema. No solamente comienza a haber crímenes ante un público que se muestra indiferente pues solo sabe reconocer el delito si viene acompañado de las alarmas de Sybil, sino que una vez que se da cuenta de lo que ocurre decide tomar la justicia en sus manos arremetiendo ciegamente en una cacería de brujas.
Anarquía es la gran palabra. A diferencia de otras series como Hamatora (2013) y Gatchaman Crowds (2013), que tuvieron una visión más bien parca y ñoña de lo que es la anarquía y resolvieron el problema con una solución tipo “los buenos somos más”, en esta se plasma con mayor crudeza y realidad lo que es el caos cuando se apodera de las masas.
Pero quizás lo más sobresaliente sea el sistema Sybil en sí. El sistema que domina las vidas de los japoneses en esta serie está compuesto de las mentes de quienes no lograron  acoplarse a ese sistema pero que lograron ponerse por encima de él, gente como Makashima. Es la cereza del pastel, el sistema que rige a la sociedad está hecho de los que la pusieron en riesgo. Creo que esta es una lección muy acorde a nuestros días. Hemos dejado que los economistas, burócratas y políticos se encarguen de nuestra seguridad, pero hemos obviado que para ingresar en esas filas es casi un requisito tener una mente psicopática. Los grandes magnates, los economistas, los políticos y los burócratas comparten perfiles bien claros: arriesgarse y tener muy poco interés en lo que suceda a sus congéneres.
Akane y sus compañeros se enfrentan así a la disyuntiva de proteger un sistema que no solo está lejos de ser imperfecto sino que se cimienta en la imperfección misma, un sistema conde lo objetivo y lo subjetivo se han desdibujado pero que aun así se muestra eficaz… la mayoría de las veces. Por decirlo de alguna forma, no es perfecto, pero es lo que hay.
Sin duda una serie llena de paradojas sobre la diferencia entre ley, orden y justicia.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario