domingo, 4 de enero de 2015

Las diez plagas egipcias.



Las diez plagas egipcias. 



Hace unos días vi la película “´Éxodo, Dioses y reyes” (2014). Pensé en hacer una crítica al respecto pero la verdad es que no había mucha tela de donde cortar. El trabajo de Ridley Scott dio pena, no tiene ni el sentido épico de “Los Díez Mandamientos” (1956) ni el carisma de “El Príncipe de Egipto” (1998), trata de imitarlas pero no lo logra y los elementos que introduce – dios encarnado en un niño que solo Moisés puede ver (cualquier parecido con el extraterrestre Gazoo de los Picapiedra es mera coincidencia) por ejemplo – resultan innecesarios.
Por ello he decidido hacer una revisión de las plagas. Si, voy a meterme en camisa de once varas y examinar a más detalle este pasaje tan pintoresco que es la primera parte del Éxodo. Antes de comenzar quiero dejar bien claro algo: una cosa es la biblia y otra muy diferente es la historia, si recurro a ambas en este texto es por el hecho de que varios pasajes del antiguo testamente fueron escritos con referencias historias; los pasajes bíblicos son en su mayor parte fabulas, mitos y leyendas moralizantes, pero ello no evita que los autores hayan recurrido a datos históricos de su época para darles verosimilitud.
Aclarando lo anterior comencemos.
Ya desde el principio el Éxodo comienza con inexactitudes y supuestos. La historia de los orígenes de Moisés es harto rebuscada, y por ello mismo podría ser que hubiera algo de realidad en ella. Si bien los hebreos dan un origen judío al personaje también aceptan su pertenencia a la corte egipcia y la familia real. El texto bíblico usa un crimen como medio para que este “protomesías” salga de Egipto, al desierto, y reciba el mensaje divino. A pesar de ya haber formado una vida en el destierro Moisés decide regresar a “liberar a su pueblo”. Como se puede adivinar los egipcios no estaban dispuestos a renunciar a su mano de obra gratuita. Así las cosas, Dios indica a Moisés que arroje diez maldiciones. 
Primer plaga: Nilo lleno de sangre.
Con un toque del Bastón de Aarón las aguas del Nilo se convirtieron en sangre y los peces murieron.  Recordemos que el Nilo no solo era la principal fuente de agua de Egipto, era también la principal vía de comunicación y la agricultura dependía del cieno negro del mismo, por lo que no es de extrañar que varios dioses personificaran o estuvieran relacionados con el cauce. Por ello esta primera plaga debió significar un golpe bajo para la población egipcia. En la película de Scott el Nilo se tiñe de sangre debido a unos cocodrilos enloquecidos, pero lo cierto es que no hacía falta recurrir a tales artilugios para que la escena tuviera impacto o fuera más real. Varios investigadores se han dado a la tarea de dilucidad qué fenómenos podrían estar describiendo las plagas egipcias (y otros “milagros” bíblicos). Se ha dicho mucho de cieno, contaminación con hierro e incluso microrganismos. Yo apostaría por estos últimos, hay varias especies de algas microscópicas que provocan el fenómeno llamado “marea roja” que vuelve toxicas las aguas y los animales que viven (y mueren) en ellas. Otro caso es la Pfiesteria piscicida, un organismo conocido por matar peses en grandes cantidades en los cuerpos de agua contaminados. No hay forma de saber si en el Nilo (estos organismos son comunes en aguas saladas y salobres, no así en aguas dulces) pero bien pudieron suceder incidentes en el Delta que inspiraran el relato posterior. 
 
 Arte por Muesli-Mix (http://www.deviantart.com/art/No-Faith-In-Frogs-487245976)
 
Segunda plaga: ranas.
Una plaga que nos hace pensar que el pasaje está basado en un incidente real y no solo en leyendas y mitos, porque al fin y al cabo ¿Qué daño pueden hacer las ranas? ¿Qué tipo de castigo divino es que el lugar se llene de ranas? En cambio la “plaga” tiene sentido si pensamos que algo, o alguien, contaminó las aguas. Las ranas, en este caso, tendrían la posibilidad de escapar a la hecatombe ecológica al salir del Nilo y aventurarse a la ciudad. Sin embargo los anfibios son animales delicados y no durarían mucho alejados de su ambiente natural. 
 
 Arte por Amnilam (http://www.deviantart.com/art/Plague-of-frogs-323956270)

Tercera y cuarta plaga: piojos y moscas.
La tercera y cuarta plaga siguen la secuencia del desastre ecológico del Nilo. La contaminación de las aguas, el ambiente insalubre y la repentina muerte de las ranas de la plaga anterior trae como consecuencia un disparo en la población de moscas, mosquitos, jejenes, tábanos y toda clase de insectos. Una vez más el texto bíblico adjudica la autoría a dios, con la colaboración de Moisés y Aarón, pero como vemos la realidad debió ser mucho más simple.
Quinta y sexta plagas: muerte del ganado y salpullido incurable.
Con la abundancia de insectos era cuestión de tiempo para que las enfermedades hicieran acto de aparición. Hasta aquí las plagas siguen una secuencia lógica. Probablemente las urbes egipcias habían alcanzado un tamaño que les impedía deshacerse de los desechos con eficiencia, contaminando las aguas del río y causando focos infecciosos. Sin embargo en el texto bíblico encontramos una exageración de un fenómeno que, probablemente, era recurrente. Lo cierto es que, de haber sucedido, esta secuencia de plagas probablemente habría tardado meses o años.
Séptima plaga: granizo y fuego.
El texto habla de granizo mezclado con fuego, pero debemos ser cuidadosos de entender qué se quiere decir con esta expresión. Así por ejemplo la versión “sagrada familia latinoamericana” dicta: <<Así lo hizo Moisés, extendió su bastón hacia el cielo, y Yavé mandó truenos y granizos, e hizo caer fuego sobre la tierra”. Esto nos da una pista pues sin duda no habla simplemente de una granizada sino de una verdadera tormenta eléctrica. Debemos a “Los Diez Mandamientos” la idea de que  se habla de un raro granizo inflamable (cosa que han repetido las películas sobre el éxodo desde entonces), pero lo cierto es que se habla de un fenómeno natural.  De hecho no se dice que Egipto se incendiara, se dice que murió el ganado (y las personas) que no estaba a resguardo y se perdieron las cosechas, lo que ciertamente sucede en granizadas fuertes.
Octava plaga: Langostas.
Nuevamente una plaga que no debió ser extraña para los egipcios. Una nube de langostas llegó del este a consumir todo lo que había quedado después de la granizada. Sobra decir que estamos ante algo ciertamente natural, pero que combinado con la plaga anterior nos hace pensar en otro tipo de desastre, esta vez uno de carácter climático que no solo provocó una potente tormenta eléctrica con granizo en tierras egipcias sino que alteró el ciclo de vida de las langostas.
Novena plaga. Tinieblas.
El desastre ambiental continúa y esta vez el cielo se oscurece por tres días. Solo podemos especular que cosa se quiere decir con esto de la oscuridad. Evidentemente es imposible que la tierra se detuviera y alterara el patrón día/noche, pues entonces estaríamos hablando de algo desastroso en todo el mundo (la mitad del cual hablaría de tres días de luz); en cambio el texto recalca que donde se asentaban los hebreos había luz. Entonces podemos suponer una de dos cosas: el autor bíblico se refiere a un cielo completamente nublado o a una oscuridad literal. En el segundo caso solo podemos asumir algo como una nube de cenizas o una tormenta de arena tan densa que oscureciera el aire. Acerca de la nube de ceniza no son pocos los investigadores que han querido relacionar esta plaga con a la erupción del volcán Santorini, en Grecia, pero esto no es más que una especulación. Sim embargo la hipótesis de Santorini gana peso al combinar las tres últimas plagas. La columna de cenizas en el mediterráneo pudo hacer descender las temperaturas muy rápidamente, causando la rápida condensación y formación de granizo sobre el delta del Nilo. Esto mismo causaría la alteración en las langostas. Posteriormente la ceniza caería sobre Egipto provocando la oscuridad. Pero existe el problema de que no se habla de los días de oscuridad en los textos egipcios, así que debió tratarse de algo más mundano que una lluvia de ceniza. Personalmente me inclino por una tormenta de arena, fenómeno que debió der conocido, y recurrente, en Egipto. Tanto la granizada, como las langostas y la tormenta de arena indican un cambio brusco en el clima, provocado tal vez por la erupción del Santorini u algún otro volcán, cerca o lejos de Egipto.
Decima plaga: la muerte de los primogénitos.
La décima plaga tiene todos los elementos para creer que se trata de una leyenda. Las plagas anteriores hablan de fenómenos naturales más o menos recurrentes, aunque el texto habla de la selectividad (afecta a los egipcios pero no a los hebreos). En este caso en cambio se trata de un fenómeno con selectividad doble: no solo no afecta a los judíos sino que solo afecta a los primogénitos. Los estudiosos del éxodo se quiebran la cabeza con hipótesis descabelladas sobre monóxido de carbono y primogénitos dormidos en el suelo, pero en mi opinión la solución es más simple: eso nunca ocurrió. El hecho de que los hebreos evitaran la masacre con el artilugio de marcar con sangre sus puertas (y cabe preguntarnos por qué esta plaga en particular necesitó tal indicación si las anteriores parecían saber bien la diferencia entre hebreos y egipcios) recalca el carácter fantástico del pasaje. Es, pues, una fábula o pasaje con relación a las creencias hebreas y no con algo real.
Así las cosas. De diez plagas seis describen un secuencia de fenómenos relacionados con las malas condiciones higiénicas, tres describen fenómenos de carácter climático y uno es, casi con seguridad, una fábula.
Pero no podía terminar este Post sin la escena que hizo grande a las películas sobre el éxodo: el paso por el Mar Rojo.
Durante todo el pasaje el faraón destaca por ser un mentiroso y un voluble, cada plaga culmina con su arrepentimiento y su promesa de liberar al pueblo, cosa que solo cumple después de la muerte de los primogénitos (dios tampoco queda bien parado, por un lado quiere que su pueblo sea libre pero por el otro “endurece” al faraón para que no lo haga… “para hacerse grande” a costa de los egipcios). Aun así el faraón decide recuperar la nada despreciable mano de obra de  seiscientos mil esclavos, sin contar mujeres ni niños. Los hebreos se encuentran un pequeño obstáculo en su camino: el mar. Entonces Moisés (con la ayuda divina) parte el mar en dos. Nuevamente los estudiosos se han quebrado la cabeza tratando de dilucidad qué pudo haber provocado un fenómeno semejante. Para algunos se trataría de un extraño fenómeno, que sí ocurre en algunas regiones, en que el juego de mareas puede dejar al descubierto pasajes de tierra donde es posible cruzar por un tiempo limitado de algunas horas. Para otros el Mar Rojo es en realidad, debido a una mala traducción, el “mar de juncos”, una laguna con conexión al Mediterráneo que sería afectada por un tsunami por la erupción del Santorini. Sin embargo no hay que olvidar que el pasaje del éxodo, como casi toda la biblia, carece de fuentes históricas.
Si nos atenemos a los hallazgos arqueológicos la historia del éxodo resulta ser muy diferente. Los hebreos, al parecer, no salieron por su propia voluntad sino que fueron expulsados de Egipto. Los egipcios hablan de la expulsión de los Hicsos, que habrían llegado no como refugiados (como se asume por la historia de José) sino como conquistadores desde las tierras de Canaán.  Otras teorías apuntan a posibles seguidores de Akenatón, el Faraón monoteísta.  De las plagas hay poca información, aunque algunas estelas hablan de una “tormenta majestuosa” o “una gran tormenta” que para algunos podría ser una referencia a la granizada bíblica o los tres días de oscuridad.
Sea como fuera a los egipcios no pareció importarles demasiado que los judíos se fueran. No hay registros de las plagas, o de la perdida de tan abundante mano de obra, lo que si hay son guerras contra potencias y constantes migraciones de extranjeros a las tierras del Nilo, cosa que los faraones se dieron la tarea de combatir a mano armada. Quizás lo que para los judíos de hoy fue una gloriosa liberación para sus ancestros fue una derrota tan humillante que decidieron enterrarla bajo la leyenda.
Para saber más:


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